sábado, 12 de diciembre de 2020

 

Lo bueno de los finales es que siempre viene un principio.
No importa cómo hayamos quedado, bien, mal, regular, entero, desecho.
El final es eso, ya se terminó. No hay puntos medios, no hay incertidumbres, no hay supuestos, no hay ansiedades .
Y el principio es todo, lo que uno quiera hacer con el.
Y hay que aprovecharlo, armarse, salir, buscar, encontrar, crear.
La atadura terminó, y uno es el que decide que hacer y como hacerlo.
Con fe, esperanza, amor, ilusión, expectativa, animosidad, ingenuidad.
Más sabio, más fuerte y más consciente.
El futuro está en el siguiente paso.
Y es estupendo darlo.



viernes, 11 de diciembre de 2020

 

Por el camino de tierra, polvoriento, pedregoso, llevo mi carro precario con las piedras hacia el pueblo.
Es pesado por la carga que llevo.
Es trabajoso por sus ruedas gastadas por el tiempo.
Mis manos ampolladas sangran por el esfuerzo de tanto ruedo.
Mis pies descalzos ya se acostumbraron formando un gran callo como suela para el trayecto.
Miro a la lejanía y vislumbro algunas casas del pueblo.
No siento alegría ni consuelo porque este no es otro más de los infinitos recorridos a transitar por este sendero.
En medio del mismo un gran abismo ha aparecido.
Lo miro, lo observo, lo mido y con seguridad obstruye mi camino.
Parece no tener fin y si tiro las piedras es como llenar un vacío. Me quedaría sin pasar y sin la carga, eso no tiene sentido.
De pronto me miro, con mis pies calcinos, mis manos llagadas y curtidas por el destino.
Dejo el carro con su carga, camino sin rumbo a otro destino.



jueves, 10 de diciembre de 2020

 

Desde mi infancia me atrajeron esas casas grandes, antiguas, con sótanos y altillos. Recorría una y mil veces sus pasillos llenos de escondrijos y tesoros a descubrir. Escaleras que no llegaban a ningún lado y otras a lugares pequeños, oscuros, que paralizaban mi corazón. Pero que no me hacia detenerme sino escudriñar en sus rincones buscando, solo por el hecho de buscar y encontrar algo que de repente me maravillara y valiera la pena toda esa zozobra del principio.
Fueron interminables los recorridos, esos altillos llenos de telarañas, polvo, apenas luz que entraba por ventanas casi destartaladas. Sótanos que me llevaban a sentir la ansiedad de seguir y la paralización de lo no esperado, de lo tenebroso, de lo escondido en algún rincón, o detrás de una caja, armario, espejo.
Fueron días maravillosos, y tenebrosos. Pero vividos con intensidad e ingenuidad.
Por momentos no sabía como salir, donde encontrar el camino que me llevara fuera de esos recovecos, escaleras y pasillos interminables.
Pero salí.
Y aquí estoy desde fuera mirando nuevamente la casa, con todos sus misterios recorridos y ya encontrados.



 


El pájaro vuela hacia un cielo infinito. Abre sus alas planeando, moviéndolas suavemente, aprovechando los vientos para encontrar y seguir su rumbo.
Es un placer verlo allí solo en la inmensidad del cielo, con el fondo de nubes que conforman figuras, montañas, espectáculos danzantes que acompañan su vuelo.
Yo aquí, solo, mirándolo me deleito. Y quiero poder estar ahí, volando en ese cielo.
Hay felicidad en mi corazón, y hay tristeza y añoranza.
Las huellas que sobre la playa dejé el agua poco a poco se las llevó.
Miro al cielo y el pájaro ya voló.
Es hora de caminar sin mirar atrás.



 


Recovecos de encuentros y desencuentros.
Sinusoidales que recorremos sobre pasos ya andados y destinos nuevos que no sabemos si queremos.
Hay cruces que buscamos, intentando recordar lo conocidos y aprender sobre lo nuevo.
Decisiones a tomar que indicaran nuestro futuro. Nos despiertan ansias, esperanzas, inquietudes, supuestos que no sabemos si son reales.
Lo único cierto es el camino que recorremos y que al decidir nos llevaran a un nuevo destino, sin saber si es el esperado






 


Estás ahí oculto. Entre la maraña de los recuerdos y del hoy. Camino en el sendero sin rumbo ni destino. Sólo recorriéndolo con esperanza de encontrarte, con la mirada perdida donde el camino sigue infinitamente.
Quiero y deseo que estés por ahí. Pero no se si lo que encontraré es lo que quiero.
Me pregunto, me cuestiono, me ilusiono, me desilusiono. me alegro y me entristezco.
Los árboles entrecruzándose tejiendo cual si fuera mil telarañas y que una vez fueron frondosos, con vida, exuberante de vegetación, hoy son nada más que ramas secas entrelazadas, troncos grandes de antiguas añoranzas que nos deleitan con su forma y color, pero nos dicen que ya no son.
Me atraen y no los quiero.
Porque lo que busco ya no está ahí.



 


Hay momentos de quiebre, de quiebre absoluto. Donde los sentimientos estallan, se hacen polvo, la venda en mis ojos cae suavemente, como si el viento se la llevara.
Sólo se da. No hay presupuestos, uno no lo ve venir.
Una palabra, un gesto, una mirada, un movimiento del cuerpo, un aroma, un recuerdo.
Y ahí uno queda suspendido, como si el tiempo no pasara, se ralentiza, nada se mueve, yo no me muevo, no pienso, no siento, solo mis ojos están abiertos.
No hay emociones. Sólo realidad.
Sólo la verdad.